Advierto caminos que se abren,
fisuras quietas,
verticales,
rasgando la mañana,
labrada carne fría en las heridas,
sangre sin memoria.
Tus ojos me sugieren
esa oscuridad insoportable.
Advierto las desconocidas palabras del silencio
secretos tatuados en el vientre,
soledad en tajadas.
Es delirio la lengua que nos habla.
Advierto la queja de los sueños
los paraísos corroídos de las piedras,
la piel pegada a las sombras
filtrándose por la hendidura de tu iris.
Advierto no sé que oscuro río,
una escisión en cortinas acuchilladas,
ranuras donde no te veo, por donde huyes,
tus piernas abiertas por donde entrar en lo rojo
caminos de tajos negros.
Ya no te advierto a la espera fingiendo,
es la sensualidad de tus medias finas, un desquite.
Los árboles, parece que se van
cuando voy viajando al revés de la ruta.
Ya no me preparo como antes para visitarte.
Ahora voy con los dientes apretados,
presiento la sal y el destino
que devora el deseo,
en el ocaso del día.
El peregrino
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