Verdes retoños injertan
un grito oscuro de tierra
en brazos de los viñedos.
Silenciosos racimos
cantan una luz secreta
a orillas de piedras dormidas.
Hunden sus raíces de voces
las sombras hoscas de los hombres
en las fecundas grietas de los surcos.
La piel vegetal cubre la savia líquida
en el sabor del aire y del agua,
con una alegría sin palabras.
El vino libera duendes,
plegarias dormidas
hechas de sueños.
Excelente!
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